Si bien es una costumbre de todas las civilizaciones indoeuropeas, los celtas hicieron de ésto un ritual establecido.
Los jefes irlandeses sellaban las alianzas entre sus clanes bebiendo las gotas de sangre que extraían de sus brazos.
Era un pacto solemnne que debía ser respetado ya que de lo contrario, era considerado como una traición a la propia raza.
El culpable era repudiado por toda la tribu y luego de reparar el daño que hubiera causado, era desterrado.
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